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Foto del escritorFrancisco Vásquez Ponce

“Novedades” educativas de ayer, hoy y mañana

Actualizado: 28 abr 2023

La noticia de hoy es que no hay “tanta” novedad. Ni la ha habido, en realidad, en los últimos 12, 15, 24 meses. Salvo… Salvo que el entorno educativo ha sido afectado por la pandemia por COVID-19 y ciertas condiciones de por sí precarias o inestables no han ayudado a enfrentar, con algo parecido al éxito, los retos que presenta esta situación inédita en nuestro país y en el mundo.



En un artículo publicado a finales del año pasado en Edutopia, llamado "Los diez estudios educativos más importantes de 2020”, sus autores, Youki Terada y Stephen Merrill, presentan estos diez destacados estudios realizados en ese año aciago. Dejando de lado los que son claramente perfilados en el contexto estadounidense, como el 3, el 4 o el 5, referentes a pruebas estandarizadas, la situación “racial” de su sociedad o la del entorno minero en Chicago, algunos de los demás estudios revelan situaciones de enseñanza que significan un reto para cualquier docente, sobre todo los de educación básica. Veamos algunos ejemplos de los que la comunidad docente de Red Magisterial enfrenta.


El estudio número 1 de su top ten relata cómo es que los estudiantes aprenden mejor “actuando” o “representando” las palabras que aprenden, sea en su idioma o en uno extranjero. El recuerdo a largo plazo del léxico es más efectivo de esta forma que si sólo se ven o escuchan las palabras. Tal vez esta técnica debe llamarse de “apropiación física” del lenguaje, por sobre lo conceptual o metacognitivo.


No tan alejado de esta situación es el estudio neurocientífico que destaca la veracidad y fortuna de la “escritura a mano” por parte de los estudiantes. La escritura en el teclado no activa de igual forma las redes neuronales, como sí lo hace la escritura tradicional. Sin embargo, anotan los autores, los niños deben desarrollar sus habilidades digitales. ¿Será que una cosa no sustituye a la otra?


Los estudiantes que generan mejores preguntas suelen ser mejores aprendices, dice el estudio número seis de la lista. Esta “novedad” es signo de que la mayéutica, el método socrático, de más de dos mil años, ha tenido, tiene y tendrá una vigencia significativa en el aprendizaje de las personas, no sólo de los estudiantes más jóvenes. Recordemos que el arte de preguntar es una forma de razonar, de pensar (críticamente), jerarquizar, de validar causas y efectos, entre otras muchas habilidades cognitivas y emocionales.


El estudio número diez de la lista declara que “el contenido es comprensión”. ¿Qué significa esto? Pues que al parecer en algún momento de nuestros impulsos “didácticos” creamos el falso “debate… sobre la enseñanza de habilidades de lectura intrínseca versus la enseñanza del conocimiento del contenido”. Es decir, ponemos a leer a las personas para que encuentren la idea principal o resumir la lectura (por sí misma, sin finalidad clara), y esto no conduce a ningún objetivo de aprendizaje relevante. ¿Qué es lo que sí funciona?, se pregunta el estudio: básicamente leer con propósito, donde los textos más relevantes para los niños y jóvenes sean aquellos relacionados con la ética, la historia o el derecho. “Los estudiantes con más conocimientos [previos] tienen más posibilidades de comprender cualquier texto que encuentren. Pueden recuperar más información sobre el tema con la memoria a largo plazo, dejando más espacio en la memoria de trabajo para la comprensión”, en palabras de Natalie Wexler, autora de Knowledge Gap (2019) o La brecha del conocimiento.


Finalmente, dos situaciones más o menos obvias que no dejan de llamar la atención, son las que corresponden a los números ocho y nueve de la lista. El estudio número ocho trata sobre las mejores prácticas en el aprendizaje virtual. Destaca dos asuntos centrales: uno, el reto está en el acceso tecnológico (no es que no se comprenda el contenido, sino que no se puede acceder a él); y dos, el “ruido” alrededor del contenido (la comunicación docente-estudiante es deficiente, los canales son confusos, los medios son inestables, la información y las preguntas carecen de sencillez y claridad).


El estudio nueve, y último del que hablaremos, tiene que ver con la apreciación, el impacto y la inclinación que tenemos en mente sobre el aprendizaje de la codificación o programación. “Aprender a codificar se asemeja más a aprender un idioma como el chino o el español que aprender matemáticas”, declara el estudio “Relacionar la aptitud del lenguaje natural con las diferencias individuales en el aprendizaje de lenguajes de programación”. Luego de una prueba para aprender Python “un lenguaje de programación popular”, evaluaron las habilidades de resolución de problemas, matemáticas y lenguaje de los participantes. ¿Qué descubrieron? Que “la habilidad matemática” significó apenas un 2 % de la “capacidad de una persona para aprender a codificar” en tanto que “las habilidades lingüísticas” representaron el 17 % de la capacidad de aprendizaje. ¿Qué relevancia puede tener este hallazgo para la educación? Pues, de inicio, que los filtros de acceso para estudiar programación, como el “aprobar cursos avanzados de matemáticas” (o simplemente la idea generalizada de que así debe ser) deben modificarse para que no sean una barrera para acercarse al aprendizaje de programación, entre otras cosas relacionadas con la digitalización y “tecnificación” de los métodos y herramientas que inciden en el desarrollo humano.


En consecuencia, fortalecer las habilidades lingüísticas personales y de los estudiantes es un objetivo que debemos tener en mente, pues representan la punta de lanza para abrir caminos al aprendizaje en todas las asignaturas, tanto en ciencias, humanidades, arte y todas las áreas de la actividad humana a las que ahora se suman, como hemos visto, las ciencias de la computación.


Hemos revisado estas “novedades” educativas encontradas en el año de la pandemia, desde aprender palabras nuevas mediante la gestualidad hasta que el lenguaje computacional demanda más habilidades lingüísticas que matemáticas, pasando por la eficiencia del “arte de preguntar” o que las limitaciones centrales del aprendizaje virtual son de acceso tecnológico y desconocimiento de los canales de comunicación. Aunque lo más relevante, quizás, es saber qué preguntas son las que nosotros nos hacemos en torno a nuestro trabajo en el aula, cómo buscamos responderlas o bien cómo libramos nuestras propias barreras y ayudamos a que otros, nuestros estudiantes por ejemplo, solventen los obstáculos que impiden su desarrollo, sean cuales sean las condiciones de su entorno.


Fuente original: redmagisterial.com.







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