La crisis ambiental que vivimos es una llamada de atención para evaluar nuestra relación con el planeta. En este contexto, la educación ambiental como tema de estudio, definición de contenidos y prácticas educativas es de vital importancia. Como docentes, debemos buscar enfoques creativos e innovadores que inspiren una conexión profunda con la naturaleza. Una opción para lograrlo es a través de la expresión artística, particularmente mediante el uso de los “mapas corporales”. Las manifestaciones artísticas que los seres humanos realizamos nos permiten expresar aquello que sentimos.
Por medio del arte, podemos expresar o evocar la satisfacción o desagrado de algún sabor o sonido, manifestar cómo miramos nuestro propio cuerpo, cómo lo sentimos y cómo lo pensamos cuando este interactúa con algún elemento externo por medio de los sentidos; al olfatear una flor o un alimento, sentir la brisa o cómo nuestros pies son tocados por las olas del mar.
Memoria del cuerpo
El cuerpo recuerda, escribe Sándor Márai,
como si hablara de otra persona, y es verdad.
La piel que lo cubre se encarga
de grabar nombres y apellidos.
Los rostros se quedan en las manos,
y no se borran en el blanco de las noches.
La espalda tiene sus propias neuronas
que recuerdan las uñas con sus dedos.
Los muslos, con los brazos, retienen
para siempre la blandura de los costados.
El cuerpo recuerda, y sus memorias hablan
de esplendores y humedades. [1]
El concepto de mapas corporales ha sido desarrollado y explorado en diversas disciplinas académicas, incluyendo la psicología, la neurociencia, la antropología, la sociología y las artes. Son representaciones visuales del cuerpo humano que van más allá de la anatomía física para incluir experiencias sensoriales, emocionales y cognitivas. Estos mapas pueden ser utilizados para explorar y comunicar diversas dimensiones de la experiencia humana, como el dolor, las emociones, las interacciones sociales y nuestra relación con el ambiente. En el ámbito de las artes, los mapas corporales han sido una herramienta poderosa para la expresión creativa y la exploración personal.
Explorando la conexión entre el cuerpo y el entorno
La educación ambiental, tomando en cuenta los mapas corporales, nos invita a reflexionar sobre cómo experimentamos el entorno que nos rodea a través de nuestros sentidos y emociones. ¿Cómo nos sentimos cuando caminamos descalzos? ¿Qué emociones surgen al sumergirnos en el agua? Estas experiencias sensoriales y emocionales algunas veces pueden ser difíciles de manifestar oralmente, pero pueden ser expresadas de manera poderosa a través del arte. Es importante tomar en cuenta el medio ambiente comunitario y considerar que no todos pueden conocer un río, un bosque o el mar, pero podemos explorar y reflexionar: ¿cómo crees que se sentiría tocar el agua de un río con tus pies?, ¿cómo te sientes mientras viajas en el metro a la escuela?, ¿te agrada el clima cuando sales del colegio y caminas a casa?
Las expresiones artísticas, como la pintura, la danza, la música y la poesía, nos permiten comunicar y compartir nuestras experiencias de una manera que trasciende las barreras lingüísticas y culturales. Al crear obras de arte basadas en nuestros mapas corporales, podemos plasmar nuestra relación con la naturaleza y transmitir mensajes poderosos sobre la importancia de preservar el medio ambiente.
La expresión artística a partir de los mapas corporales no sólo nos permite manifestar nuestras propias experiencias, podemos ser empáticos con las experiencias de otros seres vivos y tratar de identificar lo que sienten. Cuando sentimos dolor, tristeza o alegría lo comunicamos con las personas que están a nuestro alrededor. En el contexto actual de inmediatez comunicativa y redes sociales, utilizamos las herramientas digitales y los elementos que nos proporcionan para divulgarlo con amigos, familiares, conocidos e incluso desconocidos en busca de empatía, reconocimiento o valoración. La representación artística de lo que sentimos en un mapa corporal, nos permite conocernos a nosotros mismos, es un ejercicio biográfico en el que nos sentimos identificados con representaciones sociales que otros pueden desconocer, situados en un mundo que establece vínculos con otros mundos y formas de entender la realidad.
En el proceso de autoconocimiento, autoexploración y conformación de nuestra imagen participamos activamente desde nuestra infancia, buscamos modelos a seguir con los que nos identificamos; sin embargo, en ocasiones no podemos sentirnos del todo bien, simulamos socialmente, queremos ajustarnos a estándares, que tienen mayor aceptación social, como aquellos en que la imagen del cuerpo expresa modelos de éxito profesional y económico.
Llega a ocurrir que nos miramos o idealizamos como sujetos en cuyo cuerpo se refleja el éxito económico; sin embargo, en la NO aceptación de nuestro cuerpo y lo que siente, y en la desvinculación con la naturaleza, hemos perdido la empatía con la biosfera y todo lo que en ella vive; en ocasiones perdemos de vista que estamos inmersos en una cadena de producción y consumo, misma que nos hace trascender y desarrollarnos descuidando la naturaleza y perdiendo de vista lo aquellas sensaciones y sentimientos que nos hacen sentir vivos y hemos de sentir cierto malestar en la cultura[2], una sensación de vacío o insatisfacción que el éxito económico no puede llenar.
En este aspecto, la conciencia del cuerpo es la condición y el instrumento del autoconocimiento (Dropsy, 1987. Pág. 47). Es decir, tomar conciencia de nuestro cuerpo es la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos en el espacio, de los movimientos, sensaciones y emociones, es tener un mapa que nos permite identificar dónde estamos, lo que sentimos, lo que intuimos y lo que nos puede hacer sentir bien o mal.
Al conocernos y representar visualmente cómo se siente nuestro cuerpo , podemos encontrar vínculos de cómo las acciones que afectan a los ecosistemas, también tienen un impacto en nosotros, podemos generar una mayor conciencia sobre la interconexión de todos los seres vivos y la importancia de cuidar nuestro hogar compartido.
Camino en el desierto asfáltico
Mi cuerpo se siente cansado
mis labios agrietados, tengo una profunda sed
me siento cansado y perdido[3]
Los docentes pueden diseñar actividades que combinen la observación y el estudio del medio ambiente con la creación artística basada en los mapas corporales y así incorporarlo como una práctica en el aula. Esto enriquecerá la experiencia educativa de los estudiantes y les proporcionará alternativas comunicativas para promover el cuidado de su persona y del medio ambiente. Esta exploración de nuestro cuerpo, ¿cómo se siente y cómo la pensamos?, contribuye también en el aprendizaje socioemocional y en la construcción de relaciones afectivas. Identificar nuestras ideas, gustos, opiniones y emociones abona en el desarrollo del pensamiento crítico, nos permite expresar y valorar nuestras ideas en situaciones de aprendizaje colaborativo, ya que a partir de la intersubjetividad se construyen aprendizajes a partir de la convergencia de saberes y en el conflicto sociocognitivo a partir de la divergencia.
La intersubjetividad es la comunicación entre dos o más personas que permite que cada participante comprenda lo que los otros piensan y sienten, un ejemplo claro es cuando las personas conversan y logran llegar a un acuerdo o punto en común. La teoría del conflicto sociocognitivo involucra ideas contrarias o diferentes entre quienes se comunican, sin embargo, se logra encontrar puntos de acuerdo e ideas que se valoran para aceptar la realidad desde otro enfoque o punto de vista.
En el arte y mediante los mapas corporales, se podrá dar voz y representar aquello que en ocasiones la voz o la comunicación escrita, atrapadas en condicionamientos o estándares científicos, contiene las emociones.
Lo expresado, independientemente de cómo se haga, es el resultado de lo que estrictamente el sujeto piensa y siente, como ser cuyo cuerpo interactúa y vive gracias a los bienes que le proporciona el medio ambiente, los conocimientos se valoran a partir del reconocimiento de uno mismo, su actitud y congruencia, la imagen que proyecta y no como consecuencia de silenciar, contener o reprimir la individualidad y autenticidad del sujeto.
A partir de lo anterior, es importante no silenciar aquello que nuestro cuerpo nos dice, aquello que recordamos por medio de nuestro cuerpo (vivencias, sensaciones, dolor o placer representan una huella, una memoria) es una comunicación interna del sujeto, no es solo una especie de armadura o prótesis que nos permite movilizarnos, trabajar, producir y consumir, es un sistema que nos mantiene alertas y que nos permite llorar ante la caída de las hojas en otoño o brincar y reír frente a las olas del mar, al mismo tiempo que ejercemos un rol social.
Conclusiones
La educación ambiental basada en la expresión artística y los mapas corporales ofrece una alternativa para fomentar una conexión profunda y significativa con el medio ambiente. Al utilizar el arte como vía de concientización, podemos inspirar a las personas a adoptar diversas prácticas de cuidado de su medio ambiente. Es hora de abrir nuestras mentes y corazones a nuevas formas de aprender y de cuidar nuestro planeta. Desarrolla nuevas ideas como resultado de los cursos de formación continua y explota todas las posibilidades en el contexto educativo de la Nueva Escuela Mexicana.
Un recuerdo que dejo
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos[4]
Referencias
[1] Oliveros, A. (2016). "Memoria del cuerpo". Consultado el 15 de mayo de 2024 en: https://pre-textos.com/producto/poemas-del-cuerpo/
[2] Concepto desarrollado por Sigmund Freud en su obra El malestar en la cultura.
[3] Poema Camino en el desierto asfáltico de Helohim Jair Abraham Valdés Sánchez
[4] Nezahualcóyotl (s/f). "Un recuerdo que dejo". Consultado el 15 de mayo de 2024 en: http://www.los-poetas.com/NETZ1.HTM#Un%20recuerdo%20que%20dejo