El año 2022 inicia con muchos aprendizajes surgidos del uso emergente de la tecnología con fines educativos tras prácticamente dos años de confinamiento. En este contexto conviene analizar con cuidado algunas ideas que se promueven con respecto a la capacidad de las tecnologías digitales por sí solas para ampliar las capacidades de los alumnos, algo que en la literatura anglosajona sobre el tema se conoce como “affordances”[1], que es muy útil para revisar críticamente la supuesta facilidad que ofrecen los recursos tecnológicos para que toda interacción con el usuario genere una transformación hacia productos de aprendizaje real, dado que para eso fueron creadas desde su origen.
El término affordance se refiere a la percepción que se tiene de las propiedades de un cierto recurso o herramienta en función de su utilidad, y este hecho de origen psicológico, influye en el uso específico que se le da. Si la subjetividad está presente en el uso de una tecnología, es natural que los resultados de la interacción con usuarios similares sean diferentes, pues no solamente están en juego las propiedades y características propias de una herramienta digital, sino las características del usuario, la percepción que tiene sobre el recurso que posibilitan una interacción específica entre el recurso y el usuario y, desde luego, otros elementos del contexto, como la intervención y la comunicación entre usuarios sobre la herramienta con la que trabajan.
En un contexto educativo, puede considerarse que las affordances de un cierto recurso se construyen a través de la participación en actividades específicas, ya sea en forma individual o colectiva, mediadas por el uso de la tecnología. Algo muy interesante es que las “affordances” se vinculan también con ciertas potencialidades de acción que permite un recurso, pero muy especialmente, se relacionan con la forma en que el usuario percibe o entiende esas oportunidades o potencialidades de acción.
Una tecnología puede ofrecer cierta actividad o resultados de aprendizaje con determinada eficiencia; sin embargo, puede ser interpretada y usada de manera totalmente diferente. Es decir, en la realidad nos encontramos con una diferencia entre los usos esperados y los usos espontáneos de los recursos tecnológicos.
Para obtener el máximo potencial de las herramientas tecnológicas, debe ser visible cómo se trata de recursos de aprendizaje para los alumnos, es decir, debe ser claro qué y cómo se realiza una acción educativa con ellos en una secuencia didáctica.
En un mar de plataformas de diferente calidad y propósito, es curioso cómo la tecnología actualmente disponible en diversos formatos suele tener resultados de aprendizaje diferentes aún cuando usuarios con características similares utilicen exactamente el mismo recurso, lo que hace ver como superfluas las afirmaciones acerca de la relación directa entre aprendizaje y tecnología. Es evidente que existen otros elementos que juegan un papel importante en el proceso de aprendizaje.
La tecnología cambia tan rápidamente en la actualidad que es poco útil anclarse con una herramienta en particular. Lo conveniente es buscar diversas opciones que pudieran tener “affordances” similares, de modo que sea más terso el acercamiento a las actualizaciones y novedades tecnológicas.
Las variables tecnología y aprendizaje no parecen estar en una relación directamente proporcional, son las experiencias previas con recursos tecnológicos, así como las habilidades digitales de los usuarios (estudiantes y docentes) y la forma en que una herramienta es integrada por el docente en forma estratégica dentro de una planeación didáctica.
El docente como formador de ciudadanos digitales
La tecnología pudiera no tener las propiedades educativas que a veces se le confieren. El concepto de “affordance” ayuda a entender el potencial de las herramientas tecnológicas en el aprendizaje, que surge de una compleja interrelación entre las intenciones del diseñador de la herramienta, las intenciones didácticas del profesor, las percepciones sobre la herramienta tanto del profesor como de los estudiantes, la construcción del uso de la herramienta y el contexto en el cual se usa la herramienta (incluyendo la ecología del aula, la asignatura, etc).
Los docentes requieren construir conocimiento sobre las “affordances” o el potencial que las herramientas tecnológicas ofrecen vinculados a los propósitos de aprendizajes para poder articularlos con el conocimiento de su asignatura y su forma de enseñar[2].
Lo que resulta crucial es cómo se incorporan las herramientas tecnológicas en las prácticas pedagógicas y, en último término, ello depende de las concepciones y teorías personales que sostienen los profesores en relación con su uso. Se ha argumentado que para que los profesores puedan transformar sus prácticas pedagógicas, conviene intercambiar ideas a través de comunidades donde hay diferentes tipos de conocimiento y experiencia y se favorece la reflexión crítica en torno a dichas prácticas.
Este tipo de intercambios puede ayudar a cuestionar los patrones tradicionales de enseñanza y posibilitar el cambio. Al ganar confianza en el uso de las herramientas tecnológicas, la tendencia a incorporarlas en las prácticas de enseñanza aumenta.
Los usos inesperados de la tecnología pueden ser tan ingeniosos como la creatividad misma de sus usuarios. El desafío educativo consiste en formar ciudadanos digitales que reconozcan posibilidades en los recursos tecnológicos para comunicarse con otros de manera responsable, para identificar sus alcances y limitantes en función de un objetivo claro, para ser productores y no solo consumidores de contenido de modo que sean protagonistas del mundo social a través de prácticas reflexivas e informadas sobre los recursos tecnológicos.
Referencias
[1] Sutherland, Rosamund y John, Peter (2005) “Affordance, Opportunity and the Pedagogical Implications of ICT”, Educational Review, 57 (4): 405-413.
[2] John, Peter (2004). “Teaching and Learning with ICT. New Technology, New Pedagogy? Education, Communication and Information, 4 (1): 101-107.
Fuente original: redmagisterial.com.